Oscar para ti no es un adiós, sino un sentido ¡Hasta Siempre!





Por las redes sociales me acabo de enterar hoy 26 de Mayo del terrible fallecimiento de un amigo poeta por el Covid19. Se trata de mi amigo Oscar Aguilera bardo de gran envergadura y socio mío cuando vivimos una de las más grandes crisis económicas de los 80 y juntos sobrellevamos una “cruel y dulce cesantía” escribiendo en su espacio de la calle Olivos en Santiago. Si la calle del “Hospital Psiquiátrico”. De los locos de cuerpo y alma.

Y si hablamos de locos así fue nuestra vida. Trabajamos en una revista que debutó y murió con solo un par de números. La revista se llamaba “Mennssus”. Nunca supe que significaba. Allí entre letras, cafés y creación nos conocimos y estuvimos my unidos antes que me fuera a Estados Unidos. 

Si esos días de mucha solidaridad con el comienzo de las protestas contra el innombrable estuvimos muy unidos. Años que jamás olvidaré. Nuestra vida era sufrimiento y escasez de recursos que merecerían más que un poema, sino más bien un estudio social sobre cómo se puede sobrevivir en un sistema totalmente antagónico al arte y la vida. Si casi lo mismo que ahora.

Si amigo estas palabras son para ti. A pesar de la distancia y los pocos encuentros que tuvimos nunca dejamos de tener contacto. Seguí tu vida y me acerqué a tus textos. En especial aquellos cercanos a tu casa, a tu barrio Recoleta como esa de fray Andresito.

En esos poemas explicaste el legado del venerable Fray Andresito, limosnero franciscano nacido en 1800 en España, quien está más vigente que nunca en pleno corazón de Santiago de Chile. Fray Andresito vivió entre 1839 y 1953 en la Iglesia de la Recoleta Franciscana. Fue ayudante de cocina y limosnero. Esta última labor le permitió conocer las carencias físicas y espirituales de personas adineradas y pobres.

En tu poesía quedó registrado que los  domingos Fray Andresito repartía fruta y pan entre los pobres, acción que años más tarde se transformó en el “Comedor Solidario Fray Andresito”.

No puedo y no tengo ninguna palabra más, porque el dolor me inunda con fuerzas. 

Te fuiste y no nos despedidos. Pero te aseguro que en algún día nos reencontraremos. No sé el lugar, sólo que sé que sacaremos papel y lápiz y jugares a escribir poemas como hicimos tantas veces en tu casa de Olivos 825. ¡Hasta Siempre Hermano! 

Me quedo finalmente con las palabras de uno de tus alumnos Marcelo Gatica Bravo: “He vivido muchos años fuera de Chile, por asuntos de peso no puedo andar con muchos libros, pero llevo conmigo su Antología Personal del 2001, titulada Poemas de estos tiempos.  Y hoy vuelvo hojearla y me estremece la actualidad de sus versos. Su lucidez. Descansa en paz, querido maestro y compañero.

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