Recordamos a Gabriela Mistral a 65 años de su trágico deceso el 10 de en enero de 1957
Gabriela Mistral nació en Vicuña el 7 de abril de 1889, con
el nombre de Lucila de María Godoy Alcayaga. En la actualidad, en la calle
donde vio la luz, se creó en 1957 el museo que lleva su nombre. Toda su
infancia la pasó en diversas localidades del valle de Elqui, en la actual
Región de Coquimbo. A los diez días, sus padres se la llevaron desde Vicuña al
cercano pueblo de La Unión (actualmente llamado Pisco Elqui). Entre los tres y
los nueve años, Mistral vivió en la pequeña localidad de Montegrande. Sería
este lugar el que Mistral consideró su ciudad natal; la poetisa se refería a él
como su «amado pueblo» y fue allí donde pidió que le dieran sepultura.
Hija de Juan Jerónimo Godoy Villanueva, profesor y poeta de
ascendencia española, natural de San Félix, y de Petronila Alcayaga Rojas,
también de ascendencia española. Sus abuelos paternos, oriundos de la actual
región de Antofagasta, fueron Gregorio Godoy e Isabel Villanueva; y los
maternos, Francisco Alcayaga Barraza y Lucía Rojas Miranda, descendientes de
familias propietarias de tierras del valle de Elqui. Por el lado de su madre,
Gabriela Mistral tuvo una media hermana mayor, Emelina Molina Alcayaga, hija de
Rosendo Molina Rojas, quien fue su primera maestra. Por el de su padre, habría
tenido otro hermanastro, llamado Carlos Miguel Godoy Vallejos.
Aunque su padre abandonó el hogar cuando ella tenía unos
tres años, Gabriela Mistral lo quiso y siempre lo defendió. Cuenta que
«revolviendo papeles», encontró unos versos «muy bonitos». «Esos versos de mi
padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética», escribió.
Formación docente
En 1904, comenzó a trabajar como profesora ayudante en la Escuela
de la Compañía Baja (en La Serena) y a enviar colaboraciones al diario
serenense El Coquimbo. Al año siguiente, continuó escribiendo en él y en La Voz
de Elqui, de Vicuña. En la misma época entabla una amistad con Bernardo
Ossandón, profesor y periodista serenense que le facilita su biblioteca
personal para estudiar y desarrollar su estilo literario.
Desde 1908, fue maestra en La Cantera y después en Los
Cerrillos, camino a Ovalle. No estudió para maestra, ya que no tenía dinero
para ello. Quiso ingresar en una escuela normal de la que fue excluida por
prejuicios religiosos. En 1910, convalidó sus conocimientos ante la Escuela
Normal № 1 de Santiago y obtuvo el título de «profesora de Estado», con lo que
pudo ejercer la docencia en el secundario. Esto le costó la rivalidad de sus
colegas, ya que ese título lo recibió mediante convalidación de sus
conocimientos y experiencia, sin haber concurrido al Instituto Pedagógico de la
Universidad de Chile.
Lucila Godoy Alcayaga o Gabriela Mistral llegó a Traiguén en
la Araucanía en octubre de 1910, con 21 años, a prestar servicio como profesora
a instancias de la directora del Liceo de Niñas de Traiguén. Al respecto,
escribió: “Fidelia Valdés me metió en la enseñanza secundaria, me llevó a Traiguén".
En este pueblo desarrolló funciones como maestra interina de Labores, Dibujo,
Higiene y Economía Doméstica hasta el primer semestre del año siguiente; sin
embargo, el recibimiento no fue el esperado, pues sus colegas la cuestionaron —
tal como ocurriría en los restantes establecimientos donde sirvió en Chile —,
por carecer de estudios sistemáticos en el Instituto Pedagógico. Mistral dice
en un escrito haber observado el problema de reparto y juicios de tierras
indígenas y señaló que "éstos saben amar su tierra", fue el primer
contacto con los mapuches. En Traiguén comenzó el recorrido de once años
dedicada a la enseñanza chilena en Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco
y Santiago.
Viaje y estancia en México
Contratada por el gobierno de México, a petición del
ministro de educación José Vasconcelos, quien había desatado sobre el país una
especie de movilización general en favor de la enseñanza rural. Gabriela
Mistral viajó a México en junio de 1922; trabajó para el gobierno mexicano en
la conformación de su nuevo sistema educativo, modelo que se mantiene casi en
su esencia, pues solo se le han hecho reformas.
En el momento en que toca suelo mexicano, no deja de
impresionar a nuestra maestra la amplitud del movimiento en que de pronto se
encuentra inmersa. Ella, que proviene de un país de lentos cambios sociales, de
pronto se halla en el epicentro de un gran tornado. La reforma de la escuela
campesina, tocaba fibras íntimas de Lucila: lo rural, lo campesino, lo popular,
la lectura como medio preferencial, la creación de bibliotecas. Es decir, justo el revés de la pedagogía,
gris y vituperada de su propio terruño.
Mistral sabía la importancia de la misión que le fue
encomendada; es decir, alcanzaba a prever las características de aquella “cruzada”.
Se trataba de una innovación que bien podría denominarse reforma y en muchos
aspectos revolución. Su cometido inicial
era simple: llegar a México para dar a conocer la literatura chilena; al poco
tiempo, Vasconcelos le pide que prepare un libro de lectura para mujeres y la
enrola en los trabajos de enseñanza rural e indígena, donde la importancia de
la lectura tanto en su modalidad silenciosa en la biblioteca, como en su
modalidad colectiva en la aldea son destacados aportes introducidos por Mistral.
En ambos casos se trata de una fiesta, semejante a la del teatro y a las
fiestas religiosas. Su vida se mueve entre los pueblos de indios y los altos
niveles de la intelectualidad y del gobierno. Mistral se siente mucho mejor con
los primeros. La distancia y el nuevo trabajo están puliendo sus puntos de
vista.
Los registros tanto suyos como de otras fuentes indican que
Gabriela Mistral puso su cuerpo y su alma entera en esa tarea. El cambio
radical de escenario y de actividad le permitieron cobrar distancia del mundo
pedagógico pequeño que la había rodeado desde hacía tantos años. Atrás quedaban las disputas por sus títulos y
las pequeñeces y envidias. Ella se sentía en lo suyo y se reencontró con el
sentido de la vida.
Ahora bien, esa novedosa reforma educativa, no tenía nada
que ver con lo que en el Chile de su época recibía un nombre parecido. Mucho
menos tiene que ver esta cruzada con los experimentos pedagógicos que la
Escuela Nueva está haciendo en Europa y en Estados Unidos. No obstante,
encontramos realidades que se acercan a ella. Mistral vive este periodo con una
intensidad sin igual en toda su vida. Como nunca su tarea es diversa y
desafiante, pero está a la altura de lo que ella sabe hacer. De modo que una
sensación de realización y de plenitud la acompañará en estos dos años. En
cierto modo se realizará un reencuentro con la pedagogía, esa auténtica con los
niños. Su participación en la cruzada educativa será importante, pero no
decisiva para sus logros. Ésta ya estará en marcha cuando ella llegue y si bien
sus aportaciones desembocarán en el libro Lecturas para mujeres, encomendado
por Vasconcelos, su tarea en las misiones se integrará como apoyo a un
movimiento que ya tiene vida propia.
México fue su primera escala para viajar por todo el
continente americano. A partir de esto, también fue simpatizante del movimiento
latinoamericanista y pensaba a la región como un gran país, sobre esto escribe
su poema Cordillera (1957, en Recados, contando a Chile).
Regreso a Chile
En 1925, cuando regresó a Chile, fue nombrada delegada
chilena del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de las
Naciones. En el mismo año, junto con Víctor Andrés Belaúnde fundó el Instituto
de la Colección de los Clásicos Iberoamericanos, que se encargaba de difundir
las tradiciones de los textos franceses de los libros más representativos de
Latinoamérica.
En Chile trabajó en escuelas como maestra de temas como
geografía y posteriormente llegó a cargos administrativos e incluso al puesto
de directora del Liceo número 6 de Santiago. Ya inmersa en el mundo de la
enseñanza publicó múltiples artículos que se difundieron en América y Europa en
los que se veía reflejada su filosofía pedagógica. Gabriela Mistral tenía
influencias de pensadores como Rodó y Tagore, creía en la enseñanza al aire
libre, en la importancia de crear comunidad entre el alumnado, las mamás y los
obreros de la comunidad; se interesaba tanto en el desarrollo del niño como del
adulto; abogaba por un equilibro entre la cultura europea y americana; promovía
el uso de las artes en el aula de clases; y promovía un concepto religioso de
la educación como vía para acercarse a Dios. En 1926 escribe el manuscrito “La
imagen de Cristo en la escuela” publicado por El Mercurio, e incluso escribe
oraciones para que los estudiantes recitaran antes de iniciar la jornada de
clases.
En diciembre de 1927 escribe desde París un artículo
abogando por los derechos del niño, que serían los siguientes:
Derecho a la salud plena, al vigor y a la alegría
Derecho a los oficios y a las profesiones
Derecho a lo mejor de la tradición, a la flor de la
tradición, que en los pueblos occidentales es, a mi juicio, el cristianismo
Derecho del niño a la educación maternal
Derecho a la libertad, derecho que el niño tiene desde antes
de nacer a las instituciones libres e igualistas.
Derecho del niño sudamericano a nacer bajo legislaciones
decorosas
Derecho a la enseñanza secundaria y a parte de la
superior.19
La concepción que tenía sobre la educación fue fundamental
en su escritura. Tal como recoge Santiago Sevilla-Vallejo, "Ella se
identifica con la mujer que cuida de los niños en el sentido maternal y también
educativo, donde recalcó que, por encima del valor formal de la educación
escolar, está el sentido de confianza y humanidad que infunde el docente en sus
alumnos"20
Inicios
Decreto del Ministerio de Educación que designa a Lucila
Godoy directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas en 1918.
Los escritos realizados un mes antes de que llegara Lucila
Godoy a Traiguén en octubre de 1910, son artículos de prensa donde aboga por la
instrucción primaria obligatoria, con fuertes críticas al mundo político de
esos años; la cuestión social marcaba la preocupación de los intelectuales de
la época, además de los altos gastos efectuados para las obras y actividades de
celebración del Centenario de Chile; un importante sector del bajo pueblo
pasaba por problemas socioeconómicos y la joven Lucila Godoy no fue ajena a
esas problemáticas.
El diario El Colono de Traiguén del 1 de noviembre publicó
el poema «Tristeza», resume el sentir del rechazo y, a su vez, la tragedia
sentimental de su frustrada relación con Romelio Ureta, que se había suicidado
el año anterior. Además, escribe el poema «Rimas», fechado en esa ciudad el 24
de octubre de 1910, donde manifiesta tristeza frente a la pérdida y la
imposibilidad de una despedida. Estos versos son distintos a los publicados con
el mismo título un año antes.
El mismo año, Mistral comenzó a escribir sus famosos Sonetos
de la muerte. “Ignoraba yo por aquellos años (1910-1911) lo que llaman los
franceses el metier de côté, o sea, el oficio lateral; pero un buen día él
saltó de mí misma, pues me puse a escribir prosa mala, y hasta pésima,
saltando, casi en seguida, desde ella a la poesía, quien, por la sangre
paterna, no era jugo ajeno a mi cuerpo. En el descubrimiento del segundo oficio
había comenzado la fiesta de mi vida”. En este periodo de reflexión en Traiguén
opta por la poesía como una de sus mayores realizaciones personales.
El 12 de diciembre de 1914, obtuvo el primer premio en el
concurso de literatura de los Juegos Florales, organizados por la FECh en
Santiago, por sus Sonetos de la muerte.
Desde entonces utilizó el seudónimo literario «Gabriela
Mistral» en casi todos sus escritos, en homenaje a dos de sus poetas favoritos,
el italiano Gabriele D'Annunzio y el occitano Frédéric Mistral. En 1917, Julio
Molina Núñez y Juan Agustín Araya publicaron una de las más importantes
antologías poéticas de Chile, Selva lírica, donde Lucila Godoy aparece ya como
una de las grandes poetas chilenas. Esta publicación es una de las últimas en
que utiliza su nombre verdadero.
Desempeñó el cargo de inspectora en el Liceo de Señoritas de
La Serena. Además, como destacada educadora, visitó México, Estados Unidos y
Europa estudió las escuelas y los métodos educativos de estos países. Fue
profesora invitada en las universidades de Barnard, Middlebury y Puerto Rico.
Después de haber vivido en Antofagasta en el norte de Chile,
trabajo en Punta Arenas en el extremo sur de Chile, donde dirigió su primer
liceo: Gabriela Mistral tenía una misión en Punta Arenas: ella fue enviada a
una de las ciudades más australes de Chile con una tarea específica, “la
chilenización de un territorio donde el extranjero superabundaba” ... El
encargo se lo había hecho el Ministro de Justicia e Instrucción Pública del
gobierno de Juan Luis Sanfuentes, a saber Pedro Aguirre Cerda y bajo ese propósito
había recibido el cargo de directora del Liceo de Niñas Sara Brown. Pese a
tener un rol fundamental en la chilenización de la población local, también
lamentaba al mismo tiempo el exterminio selknam.23 Su mentor y quien la
trasladara a dicha ciudad austral para hacerse cargo del Liceo N.º 1 de Niñas,
fue el gobernador del territorio de Magallanes, general Luis Alberto Contreras
y Sotomayor. Su apego a Punta Arenas también se debió a su relación con Laura
Rodig, que vivía en aquella ciudad.
No soportaba el clima polar. Por eso, pidió un traslado, y
en 1920 se mudó a Temuco, desde donde partió en ruta a Santiago al año
siguiente. Durante su estancia en la Araucanía, como directora del Liceo de
Niñas de Temuco, conoció a Neftalí Reyes (Pablo Neruda),24 quien recuerda que
«ella me hizo leer los primeros grandes nombres de la literatura rusa que tanta
influencia tuvieron sobre mí».
Aspiraba a un nuevo desafío después de haber dirigido dos
liceos de pésima calidad. Opositó y ganó el puesto prestigioso de directora del
Liceo № 6 de Santiago, pero los profesores no la recibieron bien, reprochándole
su falta de estudios profesionales.
Desolación, considerada su primera obra maestra, apareció en
Nueva York en 1922 publicada por el Instituto de Las Españas,14 a iniciativa
de su director, Federico de Onís. La mayoría de los poemas que forman este
libro los había escrito diez años atrás mientras residía en la localidad de
Coquimbito.
El 23 de junio de 1922, en compañía de Laura Rodig, zarpó
hacia México en el vapor Orcoma, invitada por el entonces ministro de Educación
José Vasconcelos. Allí permaneció casi dos años, trabajando con los
intelectuales más destacados del mundo hispanohablante.
En 1923, en México se inauguró una estatua y se publicó su
libro Lectura para mujeres; en Chile apareció la segunda edición de Desolación
(con una tirada de 20 000 ejemplares) y apareció en España la antología Las
mejores poesías, con prólogo de Manuel de Montoliú.
Tras una gira por Estados Unidos y Europa, volvió a Chile,
donde la situación política era tan tensa que se vio obligada a partir de
nuevo, esta vez para servir en el viejo continente como secretaria de una de
las secciones de la Liga de Naciones en 1926; el mismo año ocupó la secretaría
del Instituto de Cooperación Internacional, de la Sociedad de las Naciones, en
Ginebra. En diciembre de 1925 el cónsul general de Chile en Suecia, Ambrosio
Merino Carvallo, propuso al gobierno la candidatura de Mistral al Premio Nobel
de Literatura de 1926; finalmente obtendría el galardón 19 años después.
En 1924, publicó en Madrid Ternura, libro en el que practicó
una novedosa «poesía escolar», renovando los géneros tradicionales de la poesía
infantil (por ejemplo, canciones de cuna, rondas, y arrullos) desde una poética
austera y muy depurada. Petronila Alcayaga, su madre, murió en 1929, por lo
cual le dedicó la primera parte de su libro Tala.
Su vida fue, en adelante, una continuación de la errantía
incansable que conoció en Chile, sin un puesto fijo en que utilizar su talento.
Prefirió, entonces, vivir entre América y Europa. Así, viajó a Puerto Rico en
1931, como parte de un tour del Caribe y de América del Sur. En esta gira la
nombra «Benemérita del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional» en Nicaragua
el general Augusto Sandino, a quien había dado su apoyo en numerosos escritos.
Además, dio discursos en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, en Santo
Domingo, en Cuba, y en todos los otros países de América Central.
A partir de 1933, y durante veinte años, trabajó como cónsul
de su país en ciudades de Europa y América. Su poesía fue traducida al inglés,
francés, italiano, alemán y sueco, y ha resultado muy influyente en la obra de
muchos latinoamericanos, como Pablo Neruda y Octavio Paz.
Premio Nobel
La noticia de que había ganado el Nobel la recibió en 1945
en Petrópolis, la ciudad brasileña donde desempeñaba la labor de cónsul desde
1941 y donde en 1943, a los 18 años, se había suicidado Yin Yin (Juan Miguel
Godoy Mendoza, su sobrino según la documentación oficial, pero que dijo a Doris
Dana, ya muy disminuida en sus días finales, que era su hijo carnal, al que,
con su amiga y confidente Palma Guillén, "había adoptado" y con el
que vivía por los menos desde que este tenía cuatro años).
La motivación para entregarle esta distinción fue «su obra
lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un
símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano».
Recibió el Premio Nobel, que otorga la Academia Sueca, el 10 de diciembre de
1945, en un discurso en que manifestó: «Por una venturanza que me sobrepasa,
soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de
las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido
invitadas al convivio de la vida nórdica, toda ella asistida por su folklore y
su poesía milenarias».
A finales de ese año regresó a Estados Unidos por cuarta
vez, entonces como cónsul en Los Ángeles y, con el dinero ganado con el premio,
se compró una casa en Santa Bárbara. Allí, al año siguiente, escribió gran
parte de Lagar I, en muchos de cuyos poemas se observa la huella de la Segunda
Guerra Mundial, que sería publicado en Chile en 1954.
En 1946, conoció a Doris Dana, una escritora estadounidense
con quien estableció una controvertida relación y de quien no se separaría
hasta su muerte.
Gabriela Mistral fue nombrada cónsul en Nueva York en 1953,
cargo por el que consiguió estar junto a la escritora y bachiller
estadounidense Doris Dana, que más tarde sería receptora, portavoz y albacea
oficial de Mistral.
En 1954, fue recibida con honores tras la invitación del
gobierno de Chile encabezado por Carlos Ibáñez del Campo. En esa ocasión la
acompañó Doris Dana, a quien la prensa nacional identificaba como «la
secretaria de Mistral», y que pisaba tierra chilena por primera y última vez.
En Santiago, que había declarado día festivo, la esperaban
las autoridades de la capital, mientras su auto descubierto era escoltado por
patrullas de carabineros seguidas de huasos a caballo y escolares destacados de
diferentes colegios portando banderas. En su trayecto, pasó por un arco de
triunfo hecho con flores frescas en la Alameda con España ― «El buen sembrador
siembra cantando», se leía en él ―; la gente le lanzaba flores. En la tarde,
fue recibida en La Moneda por el presidente Ibáñez y al día siguiente, se la
honró con el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile.
Volvió a Estados Unidos, «país sin nombre», según ella, para
quien Nueva York era demasiado fría; hubiera preferido vivir en Florida o Nueva
Orleans (había vendido su propiedad en California), y así se lo dijo a Doris, a
quien le propuso comprar una casa a nombre de las dos en alguno de esos
lugares, pero al final terminó acomodándose en Long Island, en la mansión de la
familia de Doris Dana y se instaló en las afueras de la megalópolis: «Pero si
tú no quieres dejar tu casa, cómprame, repito, un calentador y quedamos aquí»,
le escribió en 1954.
Doris Dana en esa época, consciente de que la existencia de
Mistral era finita, comenzó un minucioso registro de cada conversación que
tenía con la poetisa. Además, acumuló 250 cartas y miles de ensayos literarios,
que constituyen el más importante legado mistraliano y que fue donado por su
sobrina Doris Atkinson después de su muerte, en noviembre de 2006.
Muerte, homenajes póstumos y legado
La ciudad de Santiago a Gabriela Mistral, mural en cerámica
de Fernando Daza, ubicado en las faldas del costado sur del Cerro Santa Lucía,
creado en 1971 y restaurado en 1997.
Mistral tenía diabetes y problemas cardíacos. Murió en el
Hospital de Hempstead en Nueva York a causa de un cáncer de páncreas, el 10 de
enero de 1957, a los 67 años, estando Doris Dana.
Doris Dana permaneció como albacea de la obra de Mistral y
evitó enviarla a Chile hasta que no se reconociera a la poetisa como
correspondía a su estatura mundial. Incluso se le llegó a extender una invitación
de parte del gobierno del presidente Ricardo Lagos Escobar, cosa que ella
declinó.
En su testamento, estipuló que el dinero producido por la
venta de sus libros en América del Sur debía destinarse a los niños pobres de
Montegrande, donde pasó sus mejores años de infancia, y el de la venta en otras
partes del mundo a Doris Dana y Palma Guillén, quien renunció a esa herencia en
beneficio de los niños pobres de Chile. Esta petición de la poetisa no se había
podido realizar debido al decreto 2160, que derivaba los fondos a editoriales e
intelectuales. Este decreto fue derogado y los ingresos producto de su obra
llegan a los niños de Montegrande en el valle del Elqui.
La sobrina de Doris Dana, Doris Atkinson, donó al Gobierno
chileno el legado literario de Mistral ― más de 40 000 documentos, custodiados
en los archivos de la Biblioteca Nacional de Chile, incluidas las 250 cartas
escogidas por Zegers para su publicación ―.
Sus restos llegaron a Chile el 19 de enero de 1957 y fueron
velados en la Casa Central de la Universidad de Chile donde permanecieron
hasta el 21 de enero.36 Luego fueron sepultados en Montegrande, como era su
deseo. Una vez mencionó que le gustaría que bautizaran un cerro de Montegrande
en su honor; lo consiguió el 7 de abril de 1991, en el que hubiera sido su 102°
cumpleaños, el cerro Fraile pasó a llamarse Gabriela Mistral.
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